Posts Tagged ‘Ética’

¿Es posible patentar los genes humanos?

HealthDay News/15 de abril de 2013.

La pregunta de si es posible patentar los genes humanos es el meollo de un caso que será abordado el lunes en la Corte Suprema de EE. UU.

La decisión de la corte podría tener un efecto profundo sobre la investigación médica en el país, los esfuerzos por combatir enfermedades como el cáncer de mama y de ovario y la multimillonaria industria médica y de biotecnología, advierten los expertos.

La Oficina de Patentes y Marcas Registradas de EE. UU. ha concedido patentes sobre los genes humanos durante más de 30 años, según Associated Press. (más…)

Einstein: ciencia y conciencia

«Sencillamente, a mí me produce más alegría dar que recibir en todos los aspectos; no concedo demasiada importancia a mi persona ni a lo que hace la muchedumbre; no me avergüenzo de mis debilidades ni de mis vicios; y por naturaleza acepto las cosas con humor y con calma. Hay muchos como yo, y no acierto a comprender en absoluto por qué han hecho de mí una especie de ídolo. Resulta tan incomprensible como el que un alud, a causa de un copo, se desprenda y tome un determinado camino” (Einstein).

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Si alguna vez tenemos la dicha de conocer la perfección en cualquiera de sus formas, nosotros, que imperfectos nos movemos dentro de la imperfección, conservaremos para siempre esta huella impregnada en nuestro ser. Jamás podremos olvidar que este estado existe y que puede alcanzarse. Esto ha de sucederle a todo aquel que haya conocido a Einstein.

¿ACASO SOY YO EL LOCO O ESTÁN COMO CHOTAS LOS DEMÁS?

Quizá no debiéramos utilizar palabras tan grandilocuentes al hablar de él, y no deja de ser bueno que no pueda leer sus necrologías. A menudo me reía con él sobre su celebridad, que tenía las más insospechadas consecuencias. Antes de seguir adelante desearía copiar el único poema suyo que conozco, escrito al pie de una fotografía que una señora se había comprado por su cumpleaños, enviándosela a Albert para que le escribiera una dedicatoria:

Einstein tocando el violín.«Adonde quiera que vaya y donde quiera que esté/ siempre veo un retrato mío./ Sobre el escritorio, en la pared,/ colgado del cuello con una cinta negra./ Hombres, mujeres, cosa extraña,/ solicitan un autógrafo./ Todos desean un garabato/ del joven sabio./ A veces pienso en mi suerte,/ en momentos de lucidez:/ ¿Acaso eres tú el loco,/ o están como chotas los demás?/»

Nunca olvidaré la primera visita que nos hizo Einstein. Debió de ser a principios de 1.916, en Berlín, cuando llegó a nuestra casa con su violín para tocar en compañía de mi marido. Irradiaba un cálido afecto cuando me dio la mano y me dijo: “He oído que acaba de tener un hijo, ¿no es así?”. Y a continuación dejó su violín, se quitó sus “rollitos” -los puños postizos de hombre ahorrativo- y los lanzó a un rincón. Luego interpretaron a Haydn, por quien entonces sentía especial predilección. (más…)

Sabiduría y medicina

«No están faltos de razón los que proponen que la sabiduría es útil para muchas cosas; naturalmente esa sabiduría que sirve para la vida. Digo esto porque la mayoría de las ciencias parecen haberse engendrado como pasatiempo; me refiero a las que no tienen ninguna aplicación útil para los temas de que hablan. Por lo tanto, hay que conducir la sabiduría a la medicina y la medicina a la sabiduría. Pues el médico filósofo es semejante a un dios, ya que no hay mucha diferencia entre ambas cosas. En efecto, también en la medicina están todas las cosas que se dan en la sabiduría: desprendimiento, modestia, pundonor, dignidad, prestigio, juicio, calma, capacidad de réplica, integridad, lenguaje sentencioso, conocimiento de lo que es útil y necesario para la vida, rechazo de la impureza, alejamiento de toda superstición, excelencia divina. En consecuencia, a la medicina le está asociada una cierta sabiduría, porque también esas cosas las tiene en su mayoría el médico. Lo que actualmente la medicina no alcanza, de ahí lo suplirá, pues ¿qué otro camino hay que el de este tipo de sabiduría?»

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No están faltos de razón los que proponen que la sabiduría es útil para muchas cosas; naturalmente esa sabiduría que sirve para la vida. Digo esto porque la mayoría de las ciencias parecen haberse engendrado como pasatiempo; me refiero a las que no tienen ninguna aplicación útil para los temas de que hablan. Pero a éstas cabría distinguirlas, poniendo como línea divisoria el que no haya en ellas ni ociosidad ni, por tanto, maldad, ya que la falta de ocupación y de actividad llevan a la maldad y son arrastradas por ella; en cambio, estar alerta y ejercitar la mente atraen las cosas que tienden al embellecimiento de la vida.

TODO ARTE, QUE NO LLEVE EN SÍ AFÁN DE LUCRO Y FALTA DE COMPOSTURA, ES HERMOSO SI DESARROLLA SU ACTIVIDAD CON UN MÉTODO CIENTÍFICO; PERO SI NO, SE VUELVE DESVERGONZADAMENTE POPULAR

Dejo de lado este tipo de discursos que no recaen en nada útil, pues más conveniente es aquel que, con un objeto distinto, se elabora para un arte; ciertamente, un arte que lleve al buen comportamiento y a la buena reputación. En efecto, todo arte que no lleve en sí afán de lucro y falta de compostura es hermoso si desarrolla su actividad con un método científico; pero si no, se vuelve desvergonzadamente popular. Porque los jóvenes sí que se suman a sus adeptos, pero al madurar les entran sudores de vergüenza con sólo mirarlos; y de ancianos, en su amargura, legislan su expulsión de las ciudades. Y es que esos mercaderes del ágora, que confunden con su charlatanería, y los que andan dando vueltas por las ciudades son los mismos: uno puede distinguirlos en su atuendo y en su aspecto externo; y aun cuando vayan magníficamente ataviados, mucho más han de ser evitados y despreciados por quienes los ven. (más…)

Los límites del arte médico

«El paciente, tratado conforme a la teoría de moda, a veces se repone a pesar de la medicina. La medicina, por consiguiente, le ha curado, y el joven doctor se arma nuevamente de valor para proseguir sus experimentos con la vida del prójimo. Creo que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la cuadrilla de médicos principiantes, inexpertos y presuntuosos que anda suelto por el mundo destruye más vidas humanas en un año que todos los Robinhoods, Catouches y Macheaths en un siglo. Desearía especialmente que el joven médico tuviera profundamente grabados en su mente los verdaderos límites de su arte, y supiera que su función, cuando el estado del paciente traspasa esos límites, es ser un observador atento, pero callado, de las operaciones de la naturaleza, y facilitar su trabajo con un régimen bien regulado y con toda la ayuda que puedan obtener de la estimulación del buen humor y la esperanza en el paciente.»

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Los trastornos del cuerpo animal, y los síntomas que los indican, son tan variados como los elementos que componen el cuerpo. Además, las combinaciones de esos síntomas son tan infinitamente diversas que muchas asociaciones de ellos se manifiestan tan rara vez que no permiten diagnosticar una enfermedad determinada; y para una enfermedad desconocida no puede haber remedio conocido. Ahí debe detenerse, por consiguiente, un médico juicioso, moral y humano.

El Doctor, por Sir Samuel Luke Fildes, 1891.

Tras ser tantas veces testigo de los saludables esfuerzos de la naturaleza para restablecer las funciones trastornadas, antes debería confiar en su acción que arriesgarse a interrumpirla y a perturbar aún más el sistema, con experimentos hipotéticos con una máquina tan complicada y desconocida como el cuerpo humano y un objeto tan sagrado como la vida humana. O, cuando para mantener vivos la esperanza y el ánimo del paciente, es necesario que parezca que se hace algo, ese algo debe ser de naturaleza del todo inocua.

Uno de los mejores médicos que he conocido me aseguró que utilizaba las píldoras de pan, las gotas de agua coloreada y los polvos de ceniza de nogal más que todas las demás medicinas juntas. Era, ciertamente, un engaño piadoso. (más…)

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